domingo, 24 de noviembre de 2013

juego del dia

lunes, 18 de noviembre de 2013

LA AVENTURA DEL CONOCIMIENTO Y EL APRENDIZAJE

Por Alejandro Dolina 

La velocidad nos ayuda a apurar los tragos amargos. Pero esto no significa que siempre debamos ser veloces. En los buenos momentos de la vida, más bien conviene demorarse.
Tal parece que para vivir sabiamente hay que tener más de una velocidad. Premura en lo que molesta, lentitud en lo que es placentero.

Entre las cosas que parecen acelerarse figura -inexplicablemente- la adquisición de conocimientos.

 En los últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y  establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez:
"....haga el bachillerato en  6 meses, vuélvase perito mercantil en 3 semanas, avívese de golpe en 5 días, alcance el doctorado en 10 minutos....."
 
Quizá se supriman algunos... detalles. ¿Qué detalles? Desconfío. Yo he pasado 7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y 4 en la universidad.
Y a pesar de que he malgastado algunas horas tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas.
Y no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios.

 ¿Por qué florecen estos apurones educativos? Quizá por el ansia de recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar. Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado.
Es una lamentable característica que viene acompañando a los hombres desde hace milenios.
   
A causa de este sentimiento algunos se hacen chorros. Otros abandonan la ingeniería para levantar quiniela. Otros se resisten a leer las historietas que continúan en el próximo número.
Por esta misma ansiedad es que tienen éxito las novelas cortas, los teleteatros unitarios, los copetines al paso, las "señoritas livianas", los concursos de cantores, los libros condensados,
las máquinas de tejer, las licuadoras y en general, todo aquello que nos ahorre la espera y nos permita recibir mucho entregando poco.

Todos nosotros habremos conocido un número prodigioso de sujetos que quisieran ser ingenieros, pero no soportan las funciones trigonométricas.
O que se mueren por tocar la guitarra, pero no están dispuestos a perder un segundo en el solfeo. O que le hubiera encantado leer a Dostoievsky, pero les parecen muy extensos sus libros.
Lo que en realidad quieren estos sujetos es disfrutar de los beneficios de cada una de esas actividades, sin pagar nada a cambio.

   
Quieren el prestigio y la guita que ganan los ingenieros, sin pasar por las fatigas del estudio. Quieren sorprender a sus amigos tocando "Desde el Alma" sin conocer la escala de si menor.
Quieren darse aires de conocedores de literatura rusa sin haber abierto jamás un libro.
 
Tales actitudes no deben ser alentadas, me parece. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen los anuncios de los cursos acelerados de cualquier cosa.
Emprenda una carrera corta. Triunfe rápidamente.
Gane mucho "vento" sin esfuerzo ninguno.
No me gusta. No me gusta que se fomente el deseo de obtener mucho entregando poco. Y menos me gusta que se deje caer la idea de que el conocimiento es algo tedioso y poco deseable.
¡No señores: aprender es hermoso y lleva la vida entera!

El que verdaderamente tiene vocación de guitarrista jamás preguntará en cuanto tiempo alcanzará a acompañar la Zamba de Vargas. "Nunca termina uno de aprender" reza un viejo y amable lugar común. Y es cierto, caballeros, es cierto.

Los cursos que no se dictan:  Aquí conviene puntualizar algunas excepciones. No todas las disciplinas son de aprendizaje grato, y en alguna de ellas valdría la pena una aceleración.
Hay cosas que deberían aprenderse en un instante. El olvido, sin ir más lejos. He conocido señores que han penado durante largos años tratando de olvidar a damas de poca monta (es un decir).
Y he visto a muchos doctos varones darse a la bebida por culpa de señoritas que no valían ni el precio del primer Campari.
Para esta gente sería bueno dictar cursos de olvido. "Olvide hoy, pague mañana". Así terminaríamos con tanta canalla inolvidable que anda dando vueltas por el alma de la buena gente.
 
Otro curso muy indicado sería el de humildad. Habitualmente se necesitan largas décadas de desengaños, frustraciones y fracasos para que un señor soberbio entienda que no es tan pícaro como él supone.
Todos -el soberbio y sus víctimas- podrían ahorrarse centenares de episodios insoportables con un buen sistema de humillación instantánea.
Hay -además- cursos acelerados que tienen una efectividad probada a lo largo de los siglos. Tal es el caso de los "sistemas para enseñar lo que es bueno", "a respetar, quién es uno", etc.
Todos estos cursos comienzan con la frase "Yo te voy a enseñar" y terminan con un castañazo. Son rápidos, efectivos y terminantes.

Elogio de la ignorancia: Las carreras cortas y los cursillos que hemos venido denostando a lo largo de este opúsculo tienen su utilidad, no lo niego.
Todos sabemos que hay muchos que han perdido el tren de la ilustración y no por negligencia. Todos tienen derecho a recuperar el tiempo perdido. Y la ignorancia es demasiado castigo para quienes tenían que laburar mientras uno estudiaba.
Pero los otros, los buscadores de éxito fácil y rápido, no merecen la preocupación de nadie. Todo tiene su costo y el que no quiere afrontarlo es un garronero de la vida.
De manera que aquel que no se sienta con ánimo de vivir la maravillosa aventura de aprender, es mejor que no aprenda.

Yo propongo a todos los amantes sinceros del conocimiento el establecimiento de cursos prolongadísimos, con anuncios en todos los periódicos y en las estaciones del subterráneo.
"Aprenda a tocar la flauta en 100 años".
"Aprenda a vivir durante toda la vida".
"Aprenda. No le prometemos nada, ni el éxito, ni la felicidad, ni el dinero. Ni siquiera la sabiduría. Tan solo los deliciosos sobresaltos del aprendizaje".


ALEJANDRO DOLINA


viernes, 3 de mayo de 2013

Dos "Futuros" Arbitros Regionales de Ajedrez


aduana de Montecaseros,



posando para la posteridad

Salon de juego II




El Salón de Juego--




mirando tele



en la habitacion del hotel


Elementos de trabajo




















con la Sra Eli Ledesma


Con Claudia en el Hotel de Turismo


los trofeos para los futuros maestros.






domingo, 28 de abril de 2013

la sala de espera

Uno de nuestros humanos inventos es la sala de espera.  Un lugar donde se va a esperar.

Y nos pasamos esperando, toda la vida.

Las hay típicas, en las terminales de vehículos de pasajeros, en los hospitales, en los bancos.

Tienen sus propias leyes, como hacer cola, respetar estrictamente el orden de llegada.

En algunas, más sofisticadas, se saca número. Lo que no evita la cola para sacar número.

Las salas de espera, también han evolucionado.   Uno puede esperar ahora, sentado y mirando

television en pantallas gigantes, lo  cual a mi entender, redime considerablemente la funcion social

de la television.

Una propiedad importante de la sala de espera es que garantiza que, habiendo esperado el tiempo

suficiente, uno es necesariamente atendido.  Lo cual, ya es bastante.   De la atención puede derivar la

necesidad de realizar una nueva espera, según las disposiciones vigentes.

Uno no sabe eactamente cuando, pero si  consigue  reunir todos los requisitos que le han solicitado,

como fotocopia de la ultima factura de la luz, o una ecografía de abdomen,  tiene  satisfaccion

garantizada  de ser atendido correctamente. 


Tambien hay salas de espera abstractas,  nuestra vida es una sucesion de esperas.  Entre cada una de

las cuales vivimos un poco.

Las leyes de la espera, crean entre los que estan en la misma sala, al mismo tiempo, todo un

sentimiento  de solidaridad, se generan converaciones y hasta simpatias y afectos, que son validos

mientras se permanece en la situacion de espera.  Una vez que se abandona la sala, se vuelve al

mundo normal, donde se retorna al comportamiento habitual, para otros escenarios.

La salida de una sala de espera, generalmente es acompañada por una sensacion de felicidad, como

de deber cumplido.  En contados casos, la salida se produce luego de obtener lo que se buscaba.

O bien se logra algo intermedio para alcanzar nuestro fin.  En todo caso, siempre  el

fin de una estadia en una sala de espera es para festejar.

 Excepto que se haya acabado el tiempo  en el intento.

Así como se espera un hijo o un certificado de buena conducta,  tambien se espera  "Llegar a ser

Grandes"  y así poder hacer lo que hacen  "Los Grandes" , como mirar  "películas para adultos",

trabajar,  y otras tonterías como tener relaciones sexuales.  Que, mientras se espera, no se sabe 

exactamente de que se trata, pero se supone que son las máximas metas alcanzables en la Vida.

Si se espera lo suficiente, y con suerte, uno puede finalmente alcanzar esas metas que al comienzo

parecen tan lejanas.

Es claro que a veces hay duros obstáculos, como la educación, o peor aún, la propia vivencia.

Y es ahí donde  uno se pregunta:

¿ Y yo que hago aca ?